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MEDELLÍN— En Robledo, dos gallos fueron arrastrados durante la alborada de 2021 por una avenida torrencial en la quebrada Malpaso. “Dormían en un cajón como este. Estaba ahí” —señala—. “Pero fue tan fuerte, esta vez, que la quebrada se los llevó”, dijo el dueño mientras recorría su íntimo patio.

Ochenta viviendas resultaron afectadas en la ciudad durante la contingencia; media casa colapsó sobre la quebrada Malpaso tras las fuertes lluvias y, junto a la angostura, los residuos y escombros taponaron el inicio de la canalización. Sin embargo, al margen del emplazamiento del patio de Francisco Javier dentro del espacio público proyectado por la ciudad, la emergencia de ese 1 de diciembre habría sido solo un registro más en el inventario de desastres de Medellín si no fuera por lo que rodea al sector: Francisco Javier, cuidandero de los gallos, tiene su patio en la parte alta del barrio Aures.

Puede suceder. Es decir, Aures está ubicado en el noroccidente de Medellín; la quebrada Malpaso separa las dos etapas del barrio y la pendiente media de su cuenca es del 20.29%. Aures presenta zonas de amenaza por inundación y deslizamientos en masa, dado que está en una ladera, y los afluentes en laderas presentan mayores celeridades en el flujo de agua, lo que aumenta el riesgo de desastres. Lo que no puede suceder, una ilegalidad si se quiere, es que se continúe construyendo en laderas, como ocurrió en Aures.

Quebrada Malpaso

Algunas de las construcciones caseras que se encuentran por el barrio Aures. Iván Vega (2023)

Hace cuarenta y seis años comenzaron a irse los gallos

La Loma de los González, en 1850, fue el primer asentamiento establecido sin ajustarse a las normas urbanísticas vigentes. Cien años después, barrios como Castilla, El Diamante, Ciudad Machado o Veinte de Julio formaron parte del fenómeno de las urbanizaciones piratas que llegó al paroxismo con el proyecto de Aures en Robledo. Augusto Cock Arango, miembro de la sociedad Cock Alvear, encontró en Aures terrenos fuera del perímetro urbano para realizar sus proyectos y eludir la Ley 66, que tenía como fin regular las incipientes actividades de urbanización. El Instituto de Crédito Territorial (ICT), entidad creada para apoyar mejoras funcionales, higiénicas y estéticas en la vivienda rural, adquirió funciones como agente especial para efectuar programas como el plan “Ciudades dentro de la ciudad”, lo que dio paso a la fase urbana en la que compraban tierras urbanizables, cimentaban grupos de viviendas y proyectaban ventas con plazos y precios adecuados al mercado inmobiliario popular. El ICT dejaba de ser constructor para ser intermediario.

Sin embargo, en la cuarta cláusula de las promesas de compraventa con el Instituto de Crédito Territorial (ICT), ni el promitente vendedor ni el ICT se encargaban de la dotación de servicios como el acueducto, energía, vías o teléfono: eran responsabilidad de un comprador “que no tiene techo y dispone de escasos recursos”.

“A mi papá le habían dicho que estaban loteando por acá. Compró esa casa que tenemos allá. Tenía dos piezas, pero sin puertas, sin nada”, rememora Francisco cuando, en 1977, su padre comenzó a trabajar en la panadería Castripan (ahora Castilla). “Desde la iglesia traíamos los bultos de material para la casa”, dijo al caminar por la orilla de la quebrada, donde había colapsado la mitad de una casa y ahora no quedaba media casa más, sino paredes protegidas por muros y estos detrás de sacos de arena engavionados que, si bien protegen las estructuras de las casas, “son escombros. Están ahí para no pagar un carro”.

Aures no solo se densificó poblacionalmente, proyectando en sus dos secciones más de 50.000 habitantes para 2024 (el barrio con mayor crecimiento según la estadística), sino que también adquirió los problemas de la ciudad, sobre todo alrededor de la quebrada Malpaso. Un programa del Área Metropolitana del Valle de Aburrá identificó, entre varias razones, una falta de cultura ambiental, la desconexión del sistema de alcantarillado y la disminución de la cobertura vegetal como resultado de la ganadería en la parte alta de la cuenca.

“Esta ley nos ha impedido continuar con el desarrollo de nuestro plan, destinado a favorecer a la gente que no tiene techo y dispone de escasos recursos, pues los notarios siempre envían las informaciones que espera la superintendencia Bancaria".

Tomado de "Las urbanizaciones piratas en Medellín: el caso de la familia Cock"

Quebrada Malpaso

Corrales de gallos de los residentes del barrio Aures. Iván Vega (2023)

Las vacas siguen ahí

Desde lo alto de El paraíso se vislumbran las ramificaciones de la cordillera de Los Andes.

“Hace 3 años no había tantas basuras” dice Francisco Javier. “En la noche, arriba, arrojan las basuras a la quebrada”. A través del zigzagueante camino hasta la carretera hacia San Félix, las ferreterías y ladrilleras predominan en la parte media del barrio; arriba se encuentran casas con portones eléctricos o ventanas con vinilos espejantes; abajo hay viviendas de espacios más reducidos, una encima de muchas otras, o iglesias y misceláneas sobre las mismas columnas. En común tienen estos dos paisajes el abastecimiento del agua por medio de tanques de las Empresas Públicas de Medellín. El Paraíso no cuenta con acueducto: es un asentamiento informal como lo fue Aures.

“Tenemos que volver a entender que las quebradas son lugares que nos dan beneficios” explica Juan Sebastián Bustamante, coordinador de proyectos en Urbam. El proyecto rehabitar la ladera de la Universidad EAFIT encontró que, entre los atractores de precariedad, desde 1948 hasta 2011, la disponibilidad de tierras cercanas a los bordes urbanos y áreas protegidas ocasionaba un crecimiento promedio de 40 m anuales. Dice el informe que, si para 2030, 70000 nuevos habitantes se ubicarán en zonas de riesgo, la ciudad verá aún más muertes y perdidas.

El Paraiso, Robledo

Vacas y cordilleras desde el barrio Aures. Iván Vega (2023)

Galería

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